Hay películas que entretienen y otras que activan preguntas más hondas. La última entrega de Superman —más que una película de acción o ciencia ficción— parece un mensaje en clave para los tiempos que vivimos. ¿Qué ocurre cuando incluso el salvador duda, se pierde o es traicionado? ¿Quién salva al que vino a salvarnos?
Desde su guarida de cristales de cuarzo gigantes en la Antártida hasta su exposición brutal a un sol amarillo regenerador, este Superman se muestra más humano que nunca. Aunque siga siendo un ser venido de otra estrella, habla el idioma de la herida, del abandono, de la soledad… y de la decisión individual de hacer el bien, cueste lo que cueste.
En esta película, los enemigos son múltiples y complejos: robots gigantes, una mujer mutante-híbrido, gobiernos corruptos, tecnología desbocada, clonado de cuerpos, universos paralelos. Pero lo más impactante es que el conflicto no se libra solo con fuerza: se libra con memoria, lealtad, traición, duda, conciencia, y una gran dosis de dolor emocional.
De dioses, padres y clones
Superman es perseguido, clonado, encerrado y casi derrotado por versiones de sí mismo, por una inteligencia robótica que se le infiltra. Su fortaleza es destruida, sus mensajes robados y manipulados, sus padres tergiversados. En un momento clave, la película lanza una verdad demoledora:
“Los padres no son quienes para decirle a los hijos lo que deben hacer, solo les dan las herramientas para que se equivoquen. Son sus actos los que los definen.”
No es solo un mensaje para Superman. Es para nosotros.
El alma que siempre vuelve
El perro. Fiel, intuitivo, casi espiritual. No es casualidad que sea quien lo salva en uno de sus momentos más vulnerables. El perro representa esa parte de nosotros que sabe regresar a casa, aunque esté todo en ruinas. Que huele la verdad, aunque no hable. Que muerde la mentira, aunque no entienda el discurso.
Y sí: también es quien rompe las cámaras-esferas donde todo es observado, grabado, manipulado. Qué hermoso símbolo de libertad pura.
Traiciones, portales y dimensiones
La película explora dimensiones alternativas, portales metálicos, universos de bolsillo, traiciones sentimentales y la fusión entre carne y máquina. Pero entre tanto caos visual, emerge algo más profundo: la lucha por conservar la esencia.
La figura de Lex Luthor como multimillonario manipulador que traduce a conveniencia el mensaje de los padres kryptonianos para justificar su tiranía, recuerda cómo en la Tierra, los poderosos retuercen el conocimiento para justificar la violencia.
La justicia no tiene capa, tiene corazón
En medio de todo, aparecen los metahumanos, los linternas verdes, los “nuevos aliados”. No como héroes perfectos, sino como almas comprometidas que luchan con sus propias contradicciones. Una “banda de la justicia” sin uniforme brillante, pero con fuerza espiritual. Que usa la tecnología (nanobots, energía, conocimiento) al servicio de la vida.
Incluso la mutante llamada “Ingeniera” y el monstruo dorado (tan Godzilla, tan fuego, tan miedo primigenio) son formas del desequilibrio que necesita ser enfrentado, pero no desde el músculo, sino desde la conciencia.
Final sin apocalipsis
Este no es un final feliz, pero sí un final honesto. Nadie “muere” (solo una persona por la que Superman llora), pero muchas máscaras caen. El clon cae en un agujero negro. Luthor es detenido, pero más importante aún: reconoce su debilidad humana. Lois y Superman se reencuentran, y aparece su prima —otra Supermana que, con desenfado, dice que sale de fiesta por otros planetas. Un toque de humor fresco tras tanta tensión.
¿Quién salva al salvador?
Quizás esa es la pregunta que atraviesa todo: ¿quién sostiene al que siempre sostiene a otros?
¿Quién cura al que cura?
¿Quién escucha al que escucha las voces del universo?
Superman no es invulnerable. Pero es libre. Y elige.
⸻
Cuando todo colapsa, queda la luz del sol interior. Ese que no está en el cielo, sino en nuestra memoria más antigua. Superman nos recuerda que no hay salvadores eternos, solo actos decididos de amor en el momento justo. Y eso, tal vez, también es magia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario