Me pasé todas mis vacaciones de verano, escribiendo un relato de terror. Un relato un tanto inusual, con el que quería homenajear a mi manera, a uno de los grandes maestros de la literatura del género, William Hope Hodson, gran especialista del temblor y el escalofrío, proviniente del fondo mismo del abismo oceánico, donde la negrura parece fundirse con el horizonte, y las pesadillas van adquiriendo la forma intangible de nuestros miedos más ancestrales.
Esto mismo es lo que le ocurre a una joven e inocente pareja de enamorados, mientras disfrutan de una más que agradable velada a la luz de la luna a orilla del mar, cuando son testigos del terror más irracional y oscuro que uno pueda siquiera imaginarse. surgido de la nada líquida, a lomos de las olas.
He querido asegurarle al oyente toda una barra libre de escalofríos y espasmos, para su disfrute.
Decir que, ha vuelto a dramatizar (como otros de mi puño) mi relato el genial actor Enrique Pacheco, que siempre sabe sacarle el regusto amargo que tanto nos gusta de este tipo de narrativa de horror.
Y que decir del origen del relato, de la inspiración para su creación...pues yo misma bajé a la orilla de la playa, en noche cerrada y allí, sentada bajo la mirada vigilante de la luna, imaginé todo un mundo de horror, que no quise perderme reflejar bajo mi pluma...