domingo, 26 de octubre de 2014

HISTORIA DE UNA CALLE MALDITA EN MURCIA

El otro día estuve visitando al famoso tarotista Sebastián de Cieza.  El hombre está muy mayor y ya no está para estos trotes. Se nota que su energía ha bajado, y ya no tiene el mismo "aura" de siempre. Aún así, es todo un especialista como tarotista, vidente, adivino, y sabe de todo tipo de rituales de magia, tanto para anular maldiciones (hay que ir en viernes según él, ya que según cuentan cada viernes que pase una persona maldita, ese día se le agudiza la maldición, así que es el día perfecto para quitarla), y también sabe echar maldiciones, como todos (pero avisa de que el que hace una maldición luego se le revuelve contra él, así que ojo con lo que hacéis). Así que, con todo esto de las maldiciones, me he acordado de que cuando vivía de jovencita en Murcia capital, había una calle que quedaba cerca de mi casa, y por todo lo que ocurrió allí en el transcurso de los años, podría considerarse hoy en día, como una calle "maldita", por toda la sangre inocente derramada en el asfalto, debido a los accidentes que allí ocurrieron. Nadie ha comentado nada nunca acerca de esta calle y hoy, en exclusiva os lo cuento.
La calle a la que me refiero es la "Calle San Antón" del barrio de San Antón (está la iglesia del padre Joseíco, la panadería Ricardo (le lleva toda la vida de Dios los pasteles y empanadas entre otras cosas al Corte Inglés, el salón de peluquería Capini, etc..), muy cerca del barrio de San Andrés (estación de autobuses) y de la Ronda Norte.
Pues bien, en esta calle, que es bastante larga y que comprende desde la redonda que baja de la autovía en dirección Ronda Norte, hasta el malecón, en su tramo por el barrio de San Antón, un apacible barrio que celebra todos los años la festividad de su patrón, protector de los animales, en donde se abre una iglesia que sólo abre para la ocasión  y se ponen puestos con los "San Blas", esos angelitos con plumas que se cuelgan.en el cabecero de la cama de los niños, para que los protejan de las enfermedades de la garganta, ya que en Murcia hubo una epidemia de difteria(enfermedad infecciosa aguda causada por la toxina (sustancia tóxica) que produce una bacteria llamada Corynebacterium diphtheriae. Las personas muestran la piel azul como los pitufos, y ataca a la garganta y a otros órganos. Es  grave y en ocasiones puede causar la muerte),  y desde entonces estos angelitos han quedado de protectores, por si vuelve supongo.


La historia es que hace casi cuarenta años, una mujer muda que empujaba un carricoche con su bebé, cruzaba por esta calle, cuando no vió venir un coche que se le aproximaba a toda velocidad; la mujer viendo la muerte venir, lanzó el carricoche a la acera y ella murió en el acto, bajo las ruedas del vehículo. Todos los vecinos quedaron conmocionados y maravillados, de ver que la mujer, en un momento de instinto maternal, había logrado salvar la vida de su bebé.
Pero esta sería sólo la primera de las víctimas que se llevaría aquel macabro punto de la geografía Murciana, como otros tantos, de nuestras carreteras, calles, y avenidas de que disponemos.

El segundo de los accidentes macabros, ocurrió el día en el que unos padres dejaron a su hijo de 8 años jugando al balón con sus amigos, en una plaza junto a dicha calle, en donde no pasan los coches, y todo el mundo está sentado en los bancos del jardín. Es un día cualquiera, y estos padres deciden irse a comprar el traje ellos solos para que sea una sorpresa para el chaval. Cuando vuelven, ven extrañados, un montón de gente arremolinada en medio del ya maldito punto de la carretera. Se acercan con la bolsa del traje de comunión en la mano, cuando el traje sale despedido por los aires, al comprobar horrorizados, que su hijo a perdido la vida bajo las ruedas de un automóvil que no frenó al verlo salir corriendo a por el balón. Desde entonces sus vidas se convierten en un tormento diario. Pero la carretera no se quedó ahí, siguió dando caña, y a punto estuvieron de ser atropellados una mujer y su hijo que eran muy conocidos por ir siempre con muchísimas bolsas, que nadie sabía que portaban, pero que siempre iban cargados, aunque no llegaron a ser atropellados, estuvieron a punto. Aunque la peor víctima, y a ésta sí la llegué a conocer, fué un niño de cuatro años  que cuando cruzaba de la mano de su madre, un trailer, se les hechó encima, y a  ella le pasó la rueda por encima de la pierna, pero al pequeño le pisó la cabeza y murió en el acto. Todos en el barrio nos quedamos traumatizados. Era un niño muy alegre y juguetón y nadie pudo asimilar lo ocurrido.
Muchos años más tarde, decidieron poner un agente de policía local para regular el tráfico en aquel punto a pesar de que esta larga calle tenía sus pasos de peatones, y sus semáforos, como cualquier otra, pero con tan mala suerte, que el destino volvió a repetirse, y un conductor atropelló al agente que murió a consecuencia de las heridas. Como véis, esta calle es todo un punto negro en nuestra capital, y su sangrienta historia es muy desconocida para la mayoría de sus vecinos que cruzan todos los días la calle para comprar el pan, sin saber lo ocurrido allí....

No hay comentarios:

Publicar un comentario